Mientras las alarmas antiaéreas lo permitían, por las callejuelas húmedas
del barrio barcelonés del Raval los niños jugaban a la guerra, lo único de lo
que se hablaba y casi lo único que conocían. Una de aquellas tardes Enric
Pubill, un crio de siete u ocho años, vio venir a un hombre barbudo y sucio, un
soldado en retirada: su padre. El hombre le acarició la cabeza y le dijo que
iba al barbero y a lavarse. No volvió jamás. El juego de la guerra se tiñó de
realidad. Enric fue a vivir a vivir con sus tíos, que tenían un taller de
encuadernación en la calle Muntaner. El niño que jugaba por las calles grises
de Ciutat Vella pasó a trabajar jornadas interminables en el taller familiar.
Allí, encuadernando ejemplares de editorial Molino, se aficionó a leer. Adiós a
la infancia. Enric Pubill vivió ya siempre como un adulto hasta el viernes
pasado, cunado falleció a los 86 años.
El padre de Enric, un impresor anarcosindicalista, fue uno de los miles de
refugiados que fueron recluidos en el campo de concentración de Argelers y que
nunca más pudieron volver a casa. Unos años después recibieron una llamada
desde Francia comunicándoles que había muerto, sin más. Enric Pubill (Barcelona
1930) pudo verlo fugazmente una última ocasión. Tenía quince años. De vuelta a
Barcelona abandonó a sus tíos y volvió con su madre. Se integró en el Moviment
Escolta y, a penas dos años después, en la Joventut Socialista Unificada de Catalunya
(JSU). Para él, la memoria del padre era también la de todo un pueblo. Eso
conformó su carácter. Su obsesión era terminar "con aquella forma de vida, con aquellos barrios de la Barcelona de
posguerra, miserables por culpa de la dictadura".
Comenzó distribuyendo octavillas clandestinas por
los tranvías. "Cuando estaban
parados dejábamos un fajo de octavillas en el techo y, a cuando arrancaba,
volaban por la calle. El tranvía hacía el trabajo por nosotros." Pero
en 1949 se produjo la caída de un grupo de 42 jóvenes comunistas, Pubill fue
uno de ellos; de hecho cumplió los 19 años en comisaría. Estuvo un mes en los
calabozos de la Jefatura de Policía de Via Laietana torturado sistemáticamente
por los tres hermanos Creix y el comisario Pedro Polo, conocidos carniceros del
régimen. De allí pasó a la Modelo, y cinco años después fue juzgado y condenado
a 18 años de cárcel. Gracias a la ayuda del compañero de prisión y abogado
Silverio Ruíz obtuvo la condicional tiempo después. Total, un largo periplo de
prisión entre Barcelona y el penal de Burgos. Y allí, lejos de apagársele la
voluntad política, Enric Pubill vivió intensamente el activismo clandestino
junto a Marcos Ana o José Iturbi, entre otros. Entró a militar en el PSUC
estando en prisión. También allí se casó con María. Y tras una década privado
de libertad, en 1961 todavía tuvo que ir a la mili. Le tocó marina. Allí, a
bordo del buque de guerra Álava, coincidió con un sobrino de Franco.
Pero la recuperación de la democracia no trajo la
condena del franquismo, ni política ni judicial, ni tampoco la restauración de
la memoria de los represaliados. Enric Pubill comprendió entonces que su
actividad política debía tomar otra perspectiva. Desde 2003 presidió la
Associació Catalana d'Expresos Polítics, y también contribuyó a la fundación
del Memorial Democràtic, institución creada por la Generalitat cuyo objetivo es
la recuperación de la memoria republicana, de la guerra y de la posguerra. En
la primera trabajó hasta el último suspiro para buscar una condena del régimen
franquista. en 2013 sumó 47 querellas individuales a la cusa que sigue la juez
argentina María Servini. Des de la segunda promovió que se evitara el olvido y
se creara una instancia oficial capaz de conservar una página fundamental de la
historia del país cuando él y los de su generación hayan desaparecido para
siempre.
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