3/7/16

Voz de mujer al final de una era

Habría cumplido 70 años estos días si un cáncer no se la hubiera llevado un desapacible domingo de noviembre de 1991. Intentando escribir algo decente aquella tarde, me di cuenta de que Montserrat Roig dejaba sin cerrar los interrogantes políticos y culturales que ella misma había abierto y que, por entonces, eran motor de una generación que ya no se reconocía vencida y que se disponía a luchar por la esperanza.

Foto: Pilar Aymerich
Ahí había claves para interpretar como el mundo de ayer en el que había nacido (El temps de les cireres es lectura imprescindible), iba mutando hacia el de hoy (prueben con La veu melodiosa). "La pena es que su discurso se quedó a mitad de la metamorfosis. A penas vivió los movimientos alternativos, y no conoció la globalización ni internet", se lamenta Betsabé García (Barcelona 1975), autora de Con otros ojos (Roca), la primera biografía oficial de la Roig.
Más que de una biografía en el sentido estricto del término, se trata de una exquisita y amena narración de no ficción, de la crónica interpretativa de una época de la que aquella hija de la clase media del Eixample se erigió en relatora. Ningún lector con conocimiento vivido de los setenta y ochenta hallará detalle que chirríe. Y es que la Roig periodista, presentadora de televisión, novelista o política fueron un todo, "del cual la novela fue el corazón alrededor del que giraron el resto de géneros", puntualiza García. Y en cada línea de ese todo se leía la contradicción vital entre cultura, política, creación o dogma; claves centrales para comprender aquel tiempo de traspaso del temor a la esperanza, de la indolencia al compromiso. La época de la que la Roig hizo algunas interpelaciones de vértigo.
Quizás el drama real de Montserrat Roig fue el ser tan incómoda. Escribió con voz y cuerpo de mujer y los mandarines literarios no se lo perdonaron. Desmenuzó la miedosa clase media barcelonesa construyendo un corpus literario sobre sus miserias durante el franquismo y el mercado la ha castigado. Hizo periodismo con voluntad de estilo y es recordarla por Els catalans als camps nazis por la transversalidad política del mensaje;  nadie iba a menospreciar una denuncia del nazismo tan poderosa. "No le perdonaron el tratamiento de los temas desde los ojos de mujer", concluye la autora del libro. Resultado de ello. La contradicción. Su obra se lee en la enseñanza secundaria, con lo que adquiere un cierto tono canónico, pero ha desaparecido del mercado. Una fea situación similar a la de autores como Jaume Fuster o Joan Oliver. A este paso el canon literario catalán será evanescente. "Es cierto que las últimas novelas no tuvieron muy buenas críticas aquí", añade García, "pero tanto La veu melodiosa (1987) como El cant de la joventut (1989) se tradujeron a varios idiomas, y obtuvo buenas críticas en Holanda o Alemania". Paradojas.
Pero quizás fue esa circunstancia, más que la muerte, la que ha apartado su obra del mercado. Seguramente hoy en día una generación de jóvenes lectores inconformes descubriría en la obra de Roig un discurso insurrecto y tozudo que podrían asumir como propio. Pero para ello deberemos confiarnos a que, en las aulas de algún instituto, cuaje ese relato crítico que abrió las puertas a una novelística capaz de interpelar a su época, pero que no pudo prosperar: Montserrat Roig se fue demasiado pronto. Era un domingo de cielo gris y perfil aterido, como el de su clase media novelesca. El país que era.

Les autores del llibre
Los años progres
Diciembre de 1970. Montserrat Roig recibió la noticia de que había ganado el premio Víctor Català por 'Molta roba i poc sabó...' encerrada en Montserrat junto a 250 intelectuales en protesta por el proceso de Burgos. La acción, orquestada por miembros de la Gauche divine, dio a conocer a gente más joven y con un nuevo modelo de compromiso político y vital. La Assemblea d'Intel·lectuals Catalans que allí nació y a la que se vinculó, fue un vértice sobre el que pivotó el cambio generacional. Habían llegado los progres, el relevo. "Era en los primeros años setenta, la catalana progre y rubia, con larga faldumenta heredada de todas las abuelas de Günter Grass, y esa dulzura de borjas blancas que tiene el catalán en su voz, y que no he vuelto a encontrar en ninguna otra voz femenina. Era lo que se dice una progre", retrataba Francisco Umbral a la Roig en 1978.
La Barcelona de los años progres destacaba por "su catalanidad y por la voluntad de romper los folklorismos que habían dejado en suspenso al mercado cultural catalán ", escribe Betsabé García. Años decisivos.