9/4/11

Alfred Luchetti, el químico que se hizo cómico

Alfred Luchetti (Barcelona 1934) trabajaba de químico en una empresa hasta que lo echaron. Según contaba él mismo, se estaba negociando el convenio. La empresa decía que no podía mejorar los salarios porqué estaban perdiendo dinero. Se ve que él tenía acceso a información privilegiada sobre las finanzas de la compañía, filtró los números (que ni mucho menos eran rojos) al comité i…ya se pueden imaginar lo que pasó cuando la dirección se enteró. Ese día, tenía entonces 39 años, dejó de ser químico de golpe. El empuje de su mujer, Francina, lo animó a hacerse cómico. La voz ronca y la mirada amable de este actor ‘por despido’ se apagó ayer en Barcelona a los 77 años. Pero esa experiencia no lo apartó de su espíritu combativo ni de sus postulados ideológicos próximos al comunismo. Durante más de diez años Alfred Luchetti fue el presidente de la Associació d’Actors i Directors de Catalunya. Era el sindicalista de los actores.
A Alfred Luchetti lo de la militancia y el escenario lo llevaba en los genes. Un hermano suyo, Antoni, es actor, cineasta y, sobretodo, político (ha sido concejal en Barcelona y diputado en el Parlament). El otro, Francesc, es un reconocido actor.
La escena catalana está de mala racha. Pep Torrents, Jordi Serrat, Jordi Teixidor i ahora el bueno de Luchetti. Debe ser un final de ciclo, pero eso no nos consuela, porque todos esos actores y directores son gente que, viviendo vida de otros a través de sus personajes, han contribuido, no solo a la educación teatral de las generaciones crecidas en el postfranquismo, sino también a la sentimental. El Andreu de ‘Poblenou’ i el Sebastià, de Nissaga de poder’, ambas series de TV de gran éxito popular, forman parte ya de la cultura de masas contemporánea de este país.
En el cine participó en más de cien películas, casi siempre como actor secundario: cine social como 'Perros callejeros' (1977) y 'Yo, el vaquilla' (1985); adaptaciones de novelas, como 'La plaça del diamant' (1982), 'Últimas tardes con Teresa' (1983) o 'La muchacha de las bragas de oro' (1979) y cine catalán de temática histórica como ‘La ciutat cremada’, ‘La febre d’or’, ‘Companys, procés a Catalunya’ y la más reciente ‘Coronel Macià’. Y en 1994 recibió el premio honorífico de cinematografía de la Generalitat, faltaría más.
En el teatro media Catalunya lo vio en ‘l’Heroi’, de Santiago Rusiñol i dirigido por Fabià Puigserver (1982), y la otra mitad lo vio en ‘La filla del mar’, de Àngel Guimerà (2000), sin duda espoleados por las excelentes críticas que le hizo la primera mitad. Jamás se oyó a nadie decir que uno u otro día Alfred Luchetti no había estado bien. Era un trabajador nato. Amaba el teatro, era su vida y pasión y se sentía querido por el público, pero sabía que esa estima se la tenía que ganar cada día, ya fuera en el cómodo escenario del Teatre Nacional de Catalunya (TNC), o del mucho más modesto de su pueblo de veraneo, Sant Pere de Vilamajor (Vallès Oriental), donde entre el 1993 i el 2000 dirigió ‘Presència Històrica et Feyts de Vilamagore’, obra de Francesc Bardera i Massó representada por más de un centenar de actores amateurs del pueblo cada segunda semana de julio. Y todavía le quedó tiempo para traducir e interpretar ‘Filomena Marturano’, de Euardo de Filippo.
Por su versión teatral de ‘El Verdugo’ le fue concedido un premio Max, y por toda su trayectoria profesional le concedieron la Creu de Sant Jordi (1995) y el premio Butaca que se otorga por votación popular. Los niños encontraran a faltar su gruesa voz doblando a los personajes más malos de los dibujos animados.