23/12/08

RAFAEL ABELLA, HISTORIADOR DE LO COTIDIANO


Cuando la historia se escribía solo con los nombres de los vencedores o, como mucho, con la larga y pesada lista de los reyes Godos, Rafael Abella, nacido en Barcelona 1917 y fallecido ayer en su ciudad natal, comenzó a difundir la microhistória, el relato de la vida cotidiana como elemento para entender una historia contemporánea que, desde los estamentos oficiales, se teñía de los colores de un solo bando.
A pesar de que la guerra le pilló en el lado nacional, ‘por la locura aleatoria que rodeó el 18 de julio y que nos sorprendió a cada uno en una zona’, sostuvo siempre el historiador y prolífico escritor, Abella consiguió, gracias a sus paginas llenas de relatos menudos, interpretar lo que la historia hecha con mayúsculas tardó demasiados años.
Rafael Abella abrió el apetito por la historia a muchas personas ya fuera a través de sus muy populares artículos en La Vanguardia o de libros que gozan todavía de gran difusión como ‘La vida cotidiana durante la Guerra Civil’, ‘Julio de 1936’, ‘De la Semana Trágica al 20-N’, ‘Por el Imperio hacia Dios’, ‘Finales de enero de 1939’, ‘Barcelona cambia de piel’, ‘Anécdotas para una posguerra’, ‘La vida cotidiana durante el Régimen de Franco’, ‘La vida amorosa durante la II República’, ‘Los piratas del Nuevo Mundo’, ‘Lances de honor’ o ‘La vida y la época de José Bonaparte’. Tampoco se abstuvo de escribir libros a cuatro manos. En ‘Los años del No-Do’, ‘El mundo entero al alcance de todos los españoles, colaboró con el también historiador Gabriel Cardona, y en ‘Guerrilleros’ lo hizo con el periodista Javier Nart.
Abella fue pionero en difundir la historia a través de todos los medios a su alcance, ya fueran libros, conferencias (viajó en numerosas ocasiones a Sudamérica para ello), artículos en periódicos y revistas e incluso programas de radio y televisión y largometrajes documentales como ‘La Casita blanca’ o ‘De Madrid a la luna’. A pesar de que entre el gremio la aparición en los medios está muy mal vista, Abella sostuvo siempre con vehemencia sus razones con una tesis implacable:: "Las vivencias históricas, ponderadamente relatadas, son un antídoto para la reiteración de los errores". Y es que no es incompatible la investigación con la difusión, y en ambas Abella fue un maestro.
Pero además dominó el arte del relato histórico. Así concluía un articulo suyo sobre el nacimiento de la revista El Ciervo, en 1951: ‘Tendría que llegarse a 1952 para que al cabo de doce años la España de Franco diera el primer paso a un síntoma de normalidad: la supresión del racionamiento que nos condenaba al hambre desde 1939’.
Las honras fúnebres por el escritor e historiador tendrán lugar el día de Navidad a las 10’30 horas en la iglesia de Sant Gervasi de Barcelona.